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32 Los misioneros hallaron en estos pueblos venerac1on y res– peto. Los indios todos acudían a las funciones religiosas con grande atención y admiración. Durante esta excursión arreglaban las Iglesias, que estaban completamente abandonadas y desprovistas de los útiles necesa– rios para la celebración de los Divinos Oficios. Después de haber estado varios días en la Sierrita continuaron su excursión, tomando posesión de los pueblos de San Francisco, Santa Rosa y San Miguel, situados en la misma Nevada. Los indios de estos pueblos, aunque idénticos en costumbres a los de los pueblos anteriores, sin embargo ya no recibieron tan bien al misionero, siendo la causa lo siguiente, que refirió después el D. Valdeviejas: «Tenían estos indios-dice el mencionado Padre– una prevención atroz contra los Capuchinos, y todo, efecto de que, dicen ellos, en un tiempo hubo uno que se decía Capuchino y los trató muy mal, cometiendo excesos sumamente desagradables. Cosa que me hizo creer fuese algún protestante que, valiéndose del nombre de Capuchino, adquirió grandes riquezas, como ellos dicen (pues hay un indio en San Francisco, llamado Simón Pan de Le– che, que le conoció), máxime con una gran porción de ganado . Mas todo esto ha ido desapareciendo, y desean vivamente les visi– temos, como lo estamos haciendo, con el objeto de irlos instru– yendo». Así terminó la primera excursión a la Nevada, imprimiendo los misioneros en el alma de aquellos indios un afecto singular por la persona de ellos, y de este modo, haciéndoles grata la instrucción, como simpática la vida civilizada. He aquí los frutos recogidos en la Nevada, según una relación hecha por el P. Custodio, de la cual copiamos los datos siguientes: «Habiendo descansado unos días en nuestra residencia de Riohacha, después de una excursión a la Guajira, salí acompañado de Fr. Buenaventura de Villapún para los pueblos de la parte del Oriente de Sierra Nevada, llegando a San Sebastián de Rábago (este pueblo dista de Riohacha como unas 50 leguas), donde per– manecimos quince días; les hice la función que acostumbran hacer en honor de su Patrono San Sebastián; bauticé once niños; di la Sagrada Comunión a seis personas; celebré un matrimonio; di sepultura eclesiástica a tres indios, y tuvimos escuela diaria ma– ñana y tarde, concurriendo a ella treinta y tres niños y niñas, deján– donos satisfechos de su buen comportamiento . »En Atánquez y su anexo San José estuvimos un mes; bauticé
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