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21 la concurrencia, anunciando cuál era el objeto de su llegada y cuál el móvil que les inducía a internarse en los bosques. He aquí cómo describe la llegada y recepción de los misio– neros un testigo ocular: «El 15 de los corrientes circuló profusamente en esta ciudad una «Invitación» suscrita por los venerables Presbíteros Doctores Celedón y Espejo, y dirigida a los fieles habitantes de Riohacha, teniendo el benévolo objeto de hacer a los RR. PP. Misioneros «la más cordial y solemne recepción», en testimonio de fervoroso deseo que abrigan todos por la propagación de la «luz celestial del Evangelio» entre las tribus salvajes de estas dilatadas comarcas. »En efecto, el martes 17 de los mismos, como a las once de la mañana, hallábase la población diseminada en el ejercicio de sus diarias ocupaciones, cuando un repique solemne y prolongado de las campanas anunció presuroso a todos los habitantes la proxi– mación de la goleta. «Eulalia», conductora feliz de los misioneros que con ansiedad religiosa ya de antemano se esperaban. Luego se oyeron con creciente entusiasmo los toques preparatorios de la banda que compone la música civil, confundidos a lo lejos con el estruendo de las puertas al cerrarse, por agitadas manos, en las oficinas públicas, en las tiendas, boticas y almacenes, al mismo tiempo que, azotados por el viento, alzábanse en los Consulados los vistosos pabellones de cada nacionalidad. »Algunos instantes más, y los habitantes, vestidos todos de recepción, bullendo y mezclándose entre niños y ancianos, alegres y conmovidos, se dirigían con paso breve a las playas de este puerto, en donde ya se aparejaban de prisa, para cruzar las ondas hacia el buque que fondeaba trayendo los eximios huéspedes, las dos hermosas lanchas del resguardo, que acto seguido ocuparon muchas y distinguidas personas, ávidas todas de saludar a los misioneros, aun antes de que pisaran la tierra que ponía fin a su largo y dilatado viaje. »El clero residente, los altos empleados de la Aduana, otros del orden político y civil, algunos militares y no pocos escogidos miembros de la juventud padillense, llegaron, por fin, a bordo de la nombrada goleta y pudieron ofrendar, por sí y nombre de Riohacha entera, el tributo de cristiana y amorosa hospitalidad con que habrían de ser acogidos esos varones de Jesucristo, Apóstoles de la Fe y tipos de abnegación sublimada por el Evangelio. »Momentos después, las lanchas regresaban, la agitación pa– cífica de los apiñados concurrentes subía de punto en la playa,
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