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20 hidalguía, lengua, usos, costumbres; no perdonéis sacrificio alguno para hacer que los hijos de este noble suelo lleguen por sus virtu– des a ser el orgullo y la felicidad de la patria colombiana, de ese pueblo que tanto debe amar todo español, por estar unido al nues– tro con los lazos de la sangTe, puesto que desciende de aquella noble raza ibérica que plantó en América el estandarte de la Fe, y M. R. P . .fosé M.ª de Valde\'i-,jas, Primer Custodio cuya unidad conserva la República de Colombia, juntamente con aquella to– tal adhesión a la Iglesia Católica que tanto enaltece a los pueblos y naciones de la lengua española». Bendecido y alentado de este modo el espíritu de los nuevos misioneros, el día 29 de noviembre de 1887 salieron del puerto de Santander estos portaes– tandartes de la Cruz, con rumbo a la nueva Misión. El día 7 de enero de 1888, a las siete de la ma– ñana, llegaron a la bahía de Santa Marta, donde les esperaba un concurso nu– meroso de gentes. Habien– do desembarcado, fueron conducidos a una habita- ción preparada de antemano, en donde recibieron singulares aten– ciones de las principales autoridades, tanto eclesiásticas como civi– les, residentes en la ciudad, y principalmente por el limo. Sr. Obispo y por el señor Gobernador del Departamento, Dr. Martín Salcedo Ramón. Allí permanecieron unos días descansando, embarcando después para Riohacha, a donde llegaron el 17 del mismo enero. Al llegar la goleta que conducía a los misioneros, se echaron al vuelo las campanas y se izaron los pabellones de todos los Cónsu– les residentes en aquella ciudad, y a los melodiosos y alegres acor– des de la música fueron recibidos los misioneros. Éstos, al poner el pie en tierra firme, lo primero que hicieron fué dirigirse al Tem– plo parroquial, en donde el Rvdo. P. Superior dirigió la palabra a
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