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336 San Sebastián han realizado, en aquel medio impropicio, vencien– do dificultades innúmeras de todo linaje, una obra redentora: haber arrancado a la barbarie y a la explotación codiciosa de los que se «dicen civilizados» centenares de indios que vivieron siempre, hasta el establecimiento de la Misión apostólica a que aludo, en condiciones de verdaderos siervos de la gleba, o, mejor, de verda– deros esclavos. >>Este triste y vergonzante estado de cosas cambió, fundamen– talmente, desde que la Misión tomó a su cargo la dirección espiritual de aquellos indios. Ella, con celosa solicitud y con empeño altruista, nunca bien encomiados, intervino en las relaciones comerclales de Familias cristiana s de Nazaret (Guaji ra ) los indígenas con los civilizados y puso heroicos correctivos a las cláusulas dolosas de los contratos que entre aquéllos y éstos era costumbre celebrar, contratos que no eran otra cosa que una verda– dera página de esclavitud. Es necesario visitar los Orfelinatos de San Sebastián y San Antonio en la Guajira, como lo hizo quien estas líneas escribe, para con vencerse de la importancia y trascen– dencia, para poder apreciar la magnitud de la labor capuchina y la ingente suma de esfuerzos que ella entraña». En igual sentido han protestado el General Majarrés, los seño– res E. Riaño Cualla, Augusto de Silvestre y Nelson, Mario Cajiao, D. Vicente Rizo, Vicario General de la diócesis de Santa Marta. Esta formidable protesta y defensa de los calumniados Capu– chinos y su obra redentora, obligó al Director de Estado a decir que no se tuviese por publicado el artículo «Arhuacos y Capuchinos».
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