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335 Col11parecer al indio arhuaco q11e diz había informado al desgra– ciado cronista. El indio Garavito (que así se llamaba), citado por la primera autoridad municipal, compareció en Palacio, y allí se le interrogó si era verdad que él hubiera dicho al señor Gol:.,ernador o a cual– quiera otra persona, en Santa Marta, lo que aseguró de los Padres Capuchinos de la Nevada el cronista de Estado, Crispín Vidal. Garavito respondió: «No es cierto; yo no le he dicho al Goberna– dor, ni al Prefecto, ni a nadie aquí en Santa Marta, ni en ninguna parte, que ... » (Los puntos suspensivos suplen lo que se omite por no ofender a la moral.) De todo esto se levantó acta, que firmó el Ilmo. Sr. Obispo García, el mismo indio Garavito y los señores que asistieron a la reünión. Da fe el doctor José Jorge Núñez, como Secretario ad hoc. La Hojita Parroquial de Santa Marta dice lo siguiente: «El ilustre Prelado (el Obispo ele Santa Marta), santamente indignado y creyendo no sólo ultrajada la causa de la Religión, sino también la cligniclacl del Gobierno y sus mandatarios en el Departamento, ha tomado en sus manos el azote de su celo por la gloria de Dios y ele la dignidad de la ley, y ha lanzado fuera del templo de la cultura y respeto social y religioso al que por sus escritos se ha hecho indigno de figurar aun en la escala ele los hombres de sentido común». A las protestas que dejamos anotadas hay que añadir las auto– rizadas cartas de los Sres. D . José Man11el Fernández, D. Carlos Weeber y del doctor Hernando C . Molina, quienes afirman «que las publicaciones de Estado contra la Misión entrañan injurias que no tienen califi cativo, y a la vez envuelven inauditos irrespetos al Gobierno Civil y a la sociedad». Asimismo, más de ciento cincuenta caballeros de la culta y distinguida sociedad samariense elevaron al señor Obispo enérg·ica protesta, (<por sentir y lamentar profundamente las calumnias y otras agresiones que en varios números del diario Estado han apareci– do contra nuestra santa Religión, sus ministros y el Gobierno Civil, calumnias y agresiones que tienen, no sólo la malevolencia de la mentira, sino el sello de la incultura y el irrespeto a la sociedad». También el señor Gobernador del Departamento, D. Joaquín Campo Serrano, en 24 de febrero de 1924, en carta que dirigió ·al Director de Estado, entre otras cosas, le decía: (<Creo cumplir un deber de honradez declarando que los misioneros Capuchinos de
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