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329 convertidos en perfectos cristianos, y cuando hayan contemplado los nuevos hogares formados con los asilados, cuyos hijos desco– nocen ya la vida silvestre; cuando admiren los diversos edificios construidos y los nuevos pueblos en formación; cuando todo esto hayan visto y admirado, entonces podrán calificar de «misérrima», de «pobrísima», de «atrasada» y de «nula» la obra de los Capuchi– nos en el Vicariato de la Guajira, de la Nevada y Motilones; mien– tras esto no hagan, sepan que no tienen derecho a calificar sinies– tramente la obra de progreso y de franca civilización que asoma con sonriente porvenir por los Orfelinatos. Y si para llegar hasta ahí el Estado no ha regateado los medios, tampoco la Provincia Primeros matrimonios celebrados e n el Orfelinato de 5an Antonio (G uajira) Capuchina de la Preciosísima Sangre de Cristo, de Valencia, ha dejado de enviar generosamente a sus mejores religiosos, que si no mueren allí, víctimas de las terribles fiebres, como son varios los muertos en la flor de su edad, cuando eran más halagadoras sus esperanzas, regresan a la querida patria enfermos y completamente agotados. Una raza no se regenera en unos cuantos años; han de pasar algunas generaciones, y éstas siempre en estado progresivo de cul– tura y civilización. Si cuando los Capuchinos se hicieron cargo de los territorios que les son encomendados por el católico Gobierno Nacional y

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