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.327 deros de la Nevada y de la Sierra de Motilones, ni sufren· las incle– mencias del tiempo, ni las plagas propias de aquellas regiones, ni tienen que vadear ríos, ni se exponen a los peligros de las fieras de los bosques; y todo esto y mucho más, por ir en busca de una sola familia de indios que habita en su miserable rancho en lo más escon– dido de la selva o en lo más alto y escarpado de la montaña, para enseñar y decirles a aquellos seres que hay un Dios que por ellos también derramó su sangre! Es muy bonito llevar la civilización a los irreductibles guajiros, a los supersticiosos arhuacos y a los terribles motilones desde un despacho adornado con todas las exigencias::de un buen confort, •.,--- ~ -·-~ Prjmcros mal·ri1nonios cclt~h1•ados en el Orfelinato de San Sebastian de ~?aba¡'¡o (N e\'ada ) donde para contrarrestar el calor se dispone del ventilador, donde todo se tiene a pedir de boca, como buena casa, buena mesa y buena cama, con otra infinidad de comodidades. ¡Pobres indios, si su civilización, cultura y salvación dependie– ran de quienes así piensan y discurren! Antes de calificar tan malévolamente la obra del Vicariato de la Guajira, dejen su casa, abandonen sus comodidades y, apoyados en un báculo y fiando en la Divina Providencia, recorran la Guajira de norte a sur ; recorran la Nevada; recorran la Sierra de Motilones; y después que se hayan saturado de lo que da de sí la Misión, es decir, cuando hayan adquirido experiencia de lo que es sufrir y
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