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126 ésta era sobre los límites de las respectivas Misiones de valencia– nos y castellanos. La Provincia de Valencia reclamaba los límites que pertenecían a la Custodia de la Inmaculada Concepción. Para proceder con claridad en asunto de tanta importancia, vamos a hacer un poco de historia: La cuestión arranca desde el decreto de erección de Custodias. Allí se dice: Que la Custodia de la Madre de Dios la constituyen el ., ,/ , \ M. R. P. Francisc o M.' <le O rlhuela, cuarto C ustodio territorio del Ecuador, Co– lombia (excepto la parte sep– tentrional desde el grado 8. 0 Lat. del golfo de Urabá hacia el Oriente) y la América Cen– tral. Asimismo señala los lí– mites de la Custodia de la Inmaculada Concepción, di– ciendo que tendrá «la región septentrional de Colombia, desde el golfo de Urabá y grado 8 . 0 de Lat., y los· te– rritorios de Venezuela, Gua– yana inglesa y Santo Do– mingo». · Más adelante, la Pro– vincia de Castilla, deseando tener Misiones en Venezue– la, solicitó de la Curia Ge– neralicia esta región, puesto que la Provincia de Valencia tenía sus Misiones. Los Su– periores de Roma, juzgando muy razonable y justa la petición, segregaron de la Custodia de Valencia todos los territorios perte– necientes a Venezuela, sin contar en nada con la Provincia de Valencia, sin duda por no tener en cuenta que Maracaibo, por su proximidad a la Guajira, era un centro adonde acudían los valen– cianos para proveerse de lo necesario, y sobre todo para curarse o reponerse de sus enfermedades. Cuando los Superiores de Valencia se enteraron de lo que se había decretado en Roma, dándolo todo por bien hecho, en 15 de septiembre de 1899 solícitaron se les dejaran las Diócesis del Zulía y de Mérida , en Venezuela. A esta súplica respondió el P. General que se entendiesen buenamente los dos Provinciales, los cuales,
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