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103 triunfo y la verdadera conquista del gua jiro para Cristo y para la civilización, luego se vió que no dió resultado alguno, porque como los niños después de baulizados continuaban en compañía de sus padres salvajes, ellos se criaban también salvajes, no teniendo de cristianos más que el bautismo. Como el misionero, después de bautizar, tardaba en visilar aquellas rancherías, y cuando volvía por aquellos parajes, donde antes había encontrado un pueblecito, ya no había nada, porque los indios habían trasla– dado su residencia a otra parte, donde tenían pasto y agua para sus ganados, resultaba que los indios bautizados ya no se sabía qLiénes eran, ni cómo se llamaban; y como éstos practicaban la vida salvaje, no se notaba nin g·ún adelantamiento en la vida cris– ti.rna y en la civilización; así, pues, dábase el caso de haber algu– nos miles de guajiros bautizados, y seguían tan salvajes como si no se hubieran bautizado. Esto llegó a preocupar a los misioneros, ,asta el punto de no saber qué sería mejor, si seguir bautizando o dejar de bautizar . Esto pasaba en la Guajira. En la Nevada era ya otra cosa; aquellos indios todos estaban ya medio civilizados y de ordinario bautizaban a sus hijos, y como estaban fijos, el misionero, al volver por allí, encontraba al indio donde le había dejado. La circunstan– cia, pues, de estar estos indios medio civilizados, y los guajiros • completamente salvajes , fué causa de que los misioneros fijasen su atención en la Guajira, y esto por disposición de las autoridades civiles departamentales y nacionales, especialmente estas últimas, porque así lo dispuso el General Reyes, Presidente de la República, logrando con esta medida que los guajiros quedaran completa– mente reducidos, pero no civilizados, a pesar del celo y del es– fuerzo constante de los misioneros, quedando, por consiguiente, abandonadas las regiones de la Nevada y Motilones. A fin de poderse dedicar más de lleno a la evangelización de la Guajira, el Custodio ded icó a varios religiosos al estudio del idioma guajiro, logrando, no sin grandes trabajos y dificultades, escribir una Gramática y un Vocabulario, cuyo autor fué el P. Es– teban de Uterga . También se escribió un Catecismo < 1 >. Habiéndosele ordenado al señor Obispo de Santa Marta que abriese en la capital de la Diócesis el Seminario Conciliar, se diri– gió al P . Custodio reclamando su eficaz ayuda y cooperación en (1) El Catecismo se imprim ió en lfoma, en 1894, en la tipografía Vaticana, y la Gramática y el Vocabulario, en Roma, en la tipografía de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, 1895,

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