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99 fué acompañado de los terciarios. Según datos verídicos recibidos de la Sierrita, él dijo Misa el 15, paseó y almorzó, y luego le entró fiebre, arrojando y evacuando mucho. No quiso se avisara aquí, creyendo le pasaría; pero cuando dispuso avisar y de comenzar a escribir la carta, le dió una especie de vértigo o exceso, y como un niño que se duerme, se durmió en el Señor. No puede asegurarse con certeza de qué ha muerto; pero por los datos tomados, y en mi humilde parecer, fué de una congestión cerebral, producida por una fuerte indigestión. Jamás había visto un semblante de muerte más apacible y sereno. Ni aspecto ni color eran de un cadáver; suma humildad mostraba en el semblante, y su aspecto era de un santo. No infundía ese miedo que inspira un cadáver, sino la veneración que inspira la santidad. Hasta los niños se llegaban llorosos a su lecho de muerte a besarle el cordón, con respeto y cariño. Aquí y en la Sierrita ha sido muy llorado y sentido . Parecía que cada familia había perdido un miembro querido; esto partía el alma; y yo, también el P . Araujo, llegamos a creer, en las primeras horas de la mañana, que no estaba muerto, aunque después palpamos la realidad dolorosa. Yo lo he sentido mucho». Después de copiar la anterior carta, añadía el P. Eugenio de Carcagente: «Le pongo a V . R. algunos datos de su vida: nació el 9 de septiembre de 1844. Ingresó en nuestra religión el 22 de marzo de 1877; profesó el 24 de marzo del 78 (simplemente), y la profesión solemne la hizo el 29 de marzo de 1881. Se ordenó de sacerdote en el año 1869 . Su celo apostólico fué incansable. En el corto nú– mero de años que permaneció en nuestra religión, dió como unas cuarenta Misiones . Así consta en el libro de sus apuntes . Novena– rios, septenarios, ejercicios de religiosos y religiosas, han sido más que las Misiones. Los panegíricos y demás sermones sueltos no tienen número . Fué Vicario del Convento de Montehano, Presi– dente y Guardián de León, Superior de la Misión Guajira y Sierra Nevada, y últimamente Custodio Provincial. Ha dejado ediflcadísi– mos a todos los de estas tierras, por su grande celo, por su amor a la Observancia y a la Orden, y por su actividad apostólica . En fin, fué un modelo de virtudes».
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