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83 si provisionalmente han enterrado el cadáver en su rancho, cuando ya le han llorado todos los ami gos, entonces exhuman el cadáver, lo envuelven con otras mantas y proceden al entierro definiti vo, co– locando sus huesos en una tinaja, que entierran en un hoyo . Para contrarrestar la fetidez del cadáver, cuando lo exhuman, emplean el agua de colonia en tal cantidad, que logran hacer desaparecer el mal olor. El misionero P. Bernardo de Torrijas, joven que lleva mucho trabajado en la Misión, de quien nos hemos servido para dar todas estas noticias, nos dice en una de sus cartas, que habiendo presen– ciado la exhumación del cadáver de un riquísimo indio, llamado José Dolores, envolvieron aquellos restos con cincuenta y cuatro mantas de lana, las cuales costaron 810 pesos oro. Respecto de lo gastado en el entierro, dice el mencionado Padre : «Acudí a la esposa y sobrinas herederas, y éstas me dijeron que en los tres meses que llevaban de duelo, entre todas las reses entregadas vivas a los ca– ciques e indios inferiores , más las sacrificadas para alimentar a tan– tos concurrentes , se elevaban a unas 1.000 va cas y toros, y a 2 .500 ovejas y cabras . El licor consumido se elevó a 100 cargas de ron , 50 cajas de coñac, e igual cantidad , poco más o menos, de cerveza y de vino».

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