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un problema económico a la Fraternidad. Pero la Academia de San Anto– nio no estaba al alcance de las posibilidades económica~ de muchas fami– lias que nos habían confiado sus hijos o tenían intención de hacerlo. De ah! que, al crear la academia, se pensara al mismo tiempo y se gestionara de nuevo la transformación del Colegio de San Antonio en una Escuela de Patronato no graduada. Estas escuelas no suponían mayores problemas. El Estado abonarla la nómina de los maestros y la comunidad pagaría la gratificación que les correspondía en concepto de vivienda. Los gastos de mantenimiento co– rrerían por cuenta de las dos comunidades capuchinas. La comunidad del paseo de Cuéllar se beneficiaría porque la escuela se convertirla en una escolan!a al servicio del culto de la iglesia de San Antonio. Los niños reci– birían instrucción gratuita, pero se exigirla como condición indispensable para su admisión la aptitud para el canto. El proyecto fue presentado a los discretorios conventuales de las dos casas, quienes dieron su aprobación. En octubre de 1957 quedó constituido el patronato, formado por los dos superiores, como presidente y vicepre– sidente, secretario el director del colegio y vocales el Sr. Solans, inspector Jefe de Enseñanza Primaria, y don Pedro Luna. Las escuelas de patronato quedaron instaladas en los locales de la es– cuela de San Antonio, es decir, en la parte que quedó acomodada para aulas cuando los religiosos trasladados a la residencia de Cuéllar dejaron sus celdas. Eran atendidos por dos maestros nacionales. Al frente estaba un religioso de la comunidad en calidad de director. Los niños cursaban enseñanza primaria, ingreso de bachiller y cultura general. En el curso 1962-1963 había 60 alumnos de matricula. A los niños que lo deseaban se les daba la comida. Los gastos, que eran pocos, se cubrian con las peque– ñas aportaciones de los niños, ayuda de bienhechores y prestaciones a la casa. Los alumnos que cursaban ingreso de bachiller pasaban a la sección filial número 3 de Goya. Estas escuelas desaparecieron al derribar el convento para la construc– ción de una nueva iglesia y residencia. La academia había resultado, desde un principio, incapaz de absorber el número de solicitudes. Además, los alumnos querían continuar haciendo el tercer curso de bachillerato en el mismo centro. Los hombres de Acción Católica ofrecieron los bajos de un grupo de viviendas que estaban cons– truyendo junto a la misma academia. Pero las cuotas mensuales resultaban demasiado gravosas para las familias. Fue entonces cuando se pensó en una solución totalmente nueva: crear una sección filial del Instituto Goya. Las secciones filiales habían surgido

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