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meses después de fundar la escuela, se organizó una pequei'!a «schola». Muy pronto se extendió su fama por Zaragoza. El ai'!o 1931 el coro ac1uó por primera vez en la misa de bendición del nuevo colegio que las reli– gosas Concepcionistas habían construido en Montemolln. El día 7 de di– ciembre «los caniorcicos de la Escolanía de San Anlonio, en número de 19, esire– naron flamantes trajes corales. una sotanilla roja y un roquete moni– simo». (Crónica, pág. 30.) Desde entonces los cronistas hablan de frecuentes salidas a la ciudad para participar en ceremonias religiosas, misas, festivales, etc. d) Función asistencial. Las décadas del treinta y del cuarenta fueron muy dificiles para las familias del barrio de Torrero. Por eso, se organiza– ron los comedores escolares, donde diariamente se daba comida a los alumnos. En algunas ocasiones los nii'!os eran obsequiados también con el desayuno. La escuela fue desde un principio muy bien acogida por la comunidad. Los religiosos habían llegado con el proyecto de construir un centro docen– te y esto hizo que encajara la escuela como una actividad principal de la residencia. Tuvieron conciencia clara de que la escuela incidiría de una manera sustancial en el desarrollo de la vída de la casa. Así lo hace cons– tar el cronista al calificar la inauguración de la escuela como «aconteci– miento importantísimo para el desarrollo de la vida de nuestra residencia». (Crónica, pág. 14) El colegio sirvió de punto de apoyo para numerosas actividades apostó– licas: contacto con las familias, formación de grupos, penetración en los colegios de la zona para organizar actividades conjuntas, sobre todo de carácter religioso. También originó problemas al convento, principalmente de carácter económico. Los religiosos tuvieron que buscar ayudas en numerosos sitios. El Ayuntamiento de Zaragoza comenzó por asignar en los presupuestos de 1929 y 1930 la cantidad de 3.000 pesetas, destinadas a la compra de mate– rial escolar. El maestro ganaba 200 pesetas mensuales, de las cuales 125 las ponía la parroquia de Santa Engracia y las otras 75 el convento. El con– vento podía poner estas 75 pesetas gracias a que recibía de la parroquia de Santa Engracia la cantidad de 125 pesetas mensuales por asistencia a enfer– mos, «cantidad que el convento designaba en gran parte para la subven– ción del maestro». (Crónica, pág. 128.) Algunos ai'!os más tarde y debido, sobre todo, a la expansión de la re– vista «El Mensajero de San Antonio», el i.:onvento supera la~ dificultades KK

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