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Hablar de «El Mensajero de San Antonio» y omitir el nombre de Fr. Estanislao de Burlada sería imperdonable. Pues él fue el fiel escudero del P. Víctor y el «cartero de san Antonio», difundiendo y distribuyendo personalmente la revista por toda la ciudad. Su estampa hirsuta y austera, fácilmente identificable por todos los zaragozanos, recorre las calles de la ciudad, sube las escaleras sin usar el ascensor, se desplaza a los barrios más apartados, siempre sonriente, con la carga de la revista a cuestas y con los bolsillos repletos de caramelos. Para él, todos los dlas del ailo son buenos, lo mismo los crudos de in– vierno que los dlas sofocantes del verano. ¡Cuántas horas robadas al suel\o para llevar al d(a la complicada tarea de la administración y distribución de la revista a los numerosos suscriptores de la ciudad! Él supo de des– precios, insultos, amenazas y hasta pedradas. Pero todo lo recibía con serenidad y alegria y en recompensa «apedreaba» a los niilos que se bur– laban de él con una copiosa lluvia de caramelos. Y asi, poco a poco, con constancia inquebrantable y su buen humor se fue ganando los corazones de los zaragozanos. En la revista «El Pilar» apareció un artículo encomiástico sobre la sencillez encarnada de Fr. Estanislao. Falleció el I de mayo de 1976 a los 88 años de edad en Paniplona, en la enfermería de los capuchinos. Tampoco podemos pasar por alto la labor meritoria y abnegada de Fr. Nicolás de Labiano, que en menos de dos ailos consiguió la no des– preciable cifra de más de 8.000 nuevas suscripciones. También trabajó lo suyo en la divulgación de la revista por la ciudad de Zaragoza don Eugenio Garcla Ranz, hasta que, imposibilitado por una dolorosa artrosis, tuvo que desistir en una empresa que con tanto empuje y carillo la había llevado. Igualmente recordamos en esta tarea a don Juan José Lizama. Actualmente se preocupa de divulgar la revista por la ciudad el joven don Luis Bernad. A todos, nuestro agradecimiento. Otro factor que ha hecho posible la evolución y desarrollo de la re– vista ha sido el funcionamiento de una buena administración que, como es lógico, se ha ido complicando a medida del aumento de suscripciones. Han sido muchos los religiosos que han estado al frente de la admi– nistración y han trabajado en ello con gran esplritu de abnegación y sa– crificio. El primero que se hizo cargo de administrarla fue el P. Serafín de Tolosa. Pero, a los seis meses de su nombramiento, fue destinado a Pam– plona. 76

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