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FACTORES QUE INTERVIENEN EN LA DIVULGACIÓN DE LA REVISTA La abundante siembra que los capuchinos hablan realizado en el pa- . sado comenzó a dar sus frutos. La nueva capilla despertó en los zarago– zanos una gran simpatla y devoción por el santo de Padua. La pequcfta revista fue el despertador de la devoción antoniana. Con tan gran pro– tector se abrió un camino relativamente fácil y expedito a la difusión de la revista. El P. Víctor de Legarda se incorporó a la comunidad de Zaragoza a primeros de noviembre de 1929 y, apenas iniciada la publicación de la revista, es nombrado director de la misma. Nadie duda que el P. Vlctor dio en la diana el concebirla y presentarla dentro de un marco de gran senci– Uez, con un aire festivo y chispeante, que produjo un gran impacto en sus cada día numerosos lectores. La hizo sintonizar perfectamente con los gustos y deseos de los suscriptores. Tuvo un gran acierto al crear una revista del pueblo y para el pueblo: amena, instructiva, alegre. Su lectura resultaba fácil, pues estaba salpicada con la anécdota graciosa y el cuento moralizante. La revista, fiel a la consigna «instruir deleitando», ha seguido una linea perfectamente definida. Él sólo llevó la dirección y redacción durante 32 anos. Rehuyó siempre toda clase de exhibicionismos en su presentación. El corte de la publicación fue siempre sencillo, humilde, franciscano. En el mes de enero de 1943 se publicó en «El Alcázar», periódico de Madrid, un articulo muy elogioso de la revista, debido a la pluma del gran publicista católico don Juan Marl.n del Campo, antiguo colaborador del periódico «El siglo futuro». En resumen se decla de «El Mensajero de San Antonio» que es la mejor revista en su género que hay en Espai\a y que es comparable a la antigua «Revista Popular» de Sardá y Salvany y que en lugar de ser mensual debiera ser semanal. El afio 1960, en atención a su larga y silenciosa labor de apostolado de la pluma, se le impuso al P. Vlctor de Legarda la Medalla al Mérito en el Trabajo. El P. Vlctor, entregado en cuerpo y alma a su revista, solamente se dio por vencido cuando una parálisis progresiva agarrotó sus manos, de– jándole inútil para el manejo de la pluma. Al cesar el P. Vlctor como director en 1962, dejaba una abundante cosecha de más de 65.000 ejemplares, distribuidos por toda la geogratla espaftola. Al fin, falleció en la enfermerla de los capuchinos de Pamplona el 27 de marzo de 1967 a los 87 allos de edad. 75
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