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lleva, por la fiesta de San Francisco, un pequei'lo regalo y un aguinaldo por navidad. Las vocales se reúnen una vez al mes para distribuirse las visitas y la ayuda que entregarán a los enfermos. En la Memoria de 1954 se nos cuenta el origen de la Vocal/a de Cuevas. «Fue un Padre capuchino, hoy misionero, a quien el azar o la provi– dencia llevó por este paraje por donde están las cuevas y sorprendió ate– rrado un foco de vidas sin Dios y sin condiciones materiales que en modo alguno correspondian a la más elemental exigencia de la dignidad hu– mana. Surgió en la mente del apóstol capuchino la idea de esta misión, si no para redimir totalmente a aquellas criaturas, si al menos para miti– gar la indigencia y el abandono social y religioso en que vivían y vegeta– ban. Así nació. a grandes rasgos, la vocalía de las Cuevas. a la que desde 1949 nos entregamos con verdadero entusiasmo, obra que hoy dirige con celo y entusiasmo el Rdo. P. Hermenegildo de Fustiilana.» Esta vocalia estuvo integrada por catorce hermanas y cinco hermanos catequistas. Los vocales tenían mensualmente una Junta general. Aparte de una charla que mensualmente les daba el director, los catequistas reci– bían de los padres Jesús de Fuenterrabía y Matías de Torrano en la casa de la AMF dos clases semanales «con las que adquieren conocimientos de pedagogía catequética, apologética, religión y moral» (Memoria de 1953). «Todos los domingos -prosigue la Memoria de 1953- de once a una y media van a tas Cuevas (los terciarios) donde una vez clasificadas sus reuniones. les dan clases de catecismo y de moral durante una hora. Se– guidamente reparten tabaco a los· hombres, chapas para pan a las mujeres y tarjetas para las comidas que dan en la Casa Amparo. En las secciones de niilos se hace una rifa para estimular su asistencia. Terminado el re– parto, se visitan las cuevas, especialmente aquellas en las que hay en– fermos, llevándoles algún socorro. Dos veces por semana, el P. Director con la catequista encargada recibe en el Santuario de S. Antonio las vi– sitas de sus pobres, ocasión que aprovechan para exponer sus necesidªdes de ropa, dinerc-. para un viaje, recomendaciones, etc.» «Al principio -dice la Memoria de 1955- el catecismo se daba al aire libre, sufriendo todos, catequistas y catequizados, las inclemencia del tiempo. Comenzamos dando catecismo como en ailos anteriores junto al hogar de S. Francisco de Paula, tras de cuyos muros teniamos que cobi– jarnos en los días de lluvia y resguardarnos en los días heladores de in– vierno. No era posible seguir de esta manera nuestro catecismo, puesto que aquellos niilos y personas mayores, carentes de ropa y alimentos, sufrían las incidencias del tiempo. Era inhumano. Ciertamente los cate– quistas participaban de los mismos sacrificios del frlo y de los hielos.» 65

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