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La AMF surge como obra marginal de la TOF. siendo el P. Matías de Torrano el que le da estructura e inspiración. La AMF quedó estructurada en tres secciones: l. Misioneras adheridas. Se comprometen a orar por las misiones, ayudarlas económicamente y a propagar la obra. 2. Misioneras activas. Se dedican, además, a trabajar en el taller misional que dispone la obra, donde se confecciona toda clase de prendas, cuyo importe se destina a las misiones. 3. Misioneras efectivas que, guiadas por una vocación especifica, se comprometen a ser colaboradoras de kis capuchinos en las misiones de ultramar. De 1952 a 1955, la AMF trabaja por allegar fondos en un taller de confección instalado en la calle Maestro Estremiana, alquilado por la Ac– ción Católica y cedido gratuitamente a la AMF. En 1955 se adquiere un chalet en la misma calle y que en adelante será la casa-madre de la obra. Y el mismo año quedan aprobados los Estatutos. Los terciarios expresarán su entusiasmo misionero trabajando en el taller de confección y encargando prendas de vestir, organizando y parti– cipando activamente en la tómbola misional, regalando a las misiones del Ecuador una imagen de la Virgen del Pilar. cuyo coste ascendi6, en 1955. a cinco mil pesetas. El 25 de diciembre de 1955 embarca el primer grupo de cuatro herma– nas con dirección a Ecuador, para trabajar con los capuchinos. Por ser el primer contingente de misioneras efectivas, sus nombres merecen des– tacarse: Juliana Oliden, M. ª del Carmen Resino, Carmen Sanz y Marce– lina lrure. Este hecho marca un hito en la historia misionera de la AMF. Desde esa fecha hasta el año 1972 son treinta y una misioneras que se han en– tregado con toda dedicación y eficacia a la labor de promoción social y evangelización en las tierras ecuatorianas. Las hermanas han trabajado de enfermeras, maestras, catequistas, profesoras de corte y confección en los ambientes más pobres de aquel país. Su labor ha sido elogiada unánime– mente desde las más altas jerarquías hasta el más humilde que palpaba su ayuda. Su dinamismo, entrega y rendimiento han sido, si cabe, más eficaces en la catequesis a todos los niveles. Colaboradoras extraordinarias en la pastoral, las hermanas han llegado hasta lo más hondo de las con– ciencias que, a veces, se cerraban a la intervención del misionero. No es mera retórica. Es lo cierto. Las hermanas de la AMF no han escatimado esfuerzo personal y comunitario para atender, con entrega maternal, a 62

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