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Aquello desapareció como el agua que se pierde en el campo al que fecunda. Y no miramos a un pasado con inútil nostalgia. Pero lo recor– damos ahora que miramos al futuro. Y aquí hay un tes1imonio: cincuenta a/los de presencia y de lrabajo. Que el Señor mire con bondad estu obla– ción, y que un día los capuchinos aragoneses puedan reconocer aquí laJ ralees de un renacer. No olvidamos a nuestra fraternidad de Jaca, hablan– do de Aragón, que también tiene su fecha cincuentenaria, pero en es1as páginas se recogen los datos de Zaragoza. Es justo mencionar a los hermanos responsables de los distintos capí– tulos: Alejandro Uli («Recorrido histórico»), Antonio Oroz y Miguel Santos Larramendi («Pastoral de la iglesia de San Antonio y de San Fran– cisco»), Javier Azcona («La Orden Franciscana Seglar»), Martln Sáez de Vicuña («El Mensajero de San Antonio»), Luis Sarriés y José Gabriel Amatriain («El colegio de San Antonio») y Fidel Aizpurúa («Los religio– sos»). Un enorme admirador de los capuchinos, Vlctor Azagra Murillo, ha escrito una porción de páginas sobre el mismo asunto, páginas publicadas como folleto aparte con bastante antelación a este libro. Se lo agrade– cemos cordialmente. Los lectores protagonistas de lo que aquí se refiere comprendan bené– volamente involuntarias omisiones o el constatar, quizás, que largas horas de trabajo y de amor están concentradas en pocas líneas. Si así ocurriera, reciban como homenaje personal el homenaje de todos. Y la Virgen del Pilar, patrona de nuestra provincia, hoy llamada de Navarra-Cantabria-Aragón, de lo que narran estas páginas. 4 Fr. Rufino María Grández, min. prov

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