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Dentro de la organización de la Fraternidad, además de la Junta, han desempeñado un papel muy importante las celadoras. Su número ha de– pendido en parte del espiritu de sacrificio y de entrega de las hermanas, de la vitalidad de la Fraternidad y de las necesidades de la misma. Ha habido hasta veinte celadoras. Las celadoras han desplegado un celo admirable, reconocido pública– mente en asamblea. Su cometido era recorrer la ciudad para comunicar a los hermanos los actos de la Fraternidad y las funciones litúrgicas de la iglesia de San Antonio, distribuir los talonarios de la lotería, cursar invi– taciones para la tómbola de misiones, comunicar al discretorio las nece– sidades materiales y los enfermos encontrados en las visitas. Desde la pu– blicación del Boletín THAU, la misión de las celadoras ha quedado muy aliviada. Aun cuando alguna vez aparece en las actas recomendaciones para que las celadoras cumplan con fidelidad su deber, en las asambleas generales siempre se hace mención de ellas, elogiándolas por su trabajo humilde, efectivo y sacrificado. «Sólo en esta ocasión - se nos dice en la Memoria de 1954- cada ailo se hace notoria la labor meritísima de estas hermanas, que en silencio pero abnegadameme cumplen una misión cuya índole no puede ser perci– bida. Son la!. Mensajeras del Serafín de Asis y mantienen vivo con sus visita~ a los Terciarios el espirilll franciscano y su sentido de obediencia a la Hermandad. Bien merecen estas Hermanas el testimonio de nuestra ad– miración y reconocimiento, pues su labor oculta, sin ostentación ni jac– tancia, tiene como inspiración un ideal puramente franciscano. » Una Orden no puede perdurar sin que al paso de los dlas vayan sur– giendo nuevas vocaciones. Durante los primeros años fueron muchas per– sonas las que solicitaron ingresar en la Fraternidad, bastando, al parecer, para despertar estas vocaciones, el ambiente, la presencia de los capuchi– nos y el ejemplo de los terciarios. No por escasez de candidatos, sino por espíritu de pros.elitismo, nacieron en la Fraternidad tres instituciones para acrecentar el número de afiliados: los cordígeros, la juventud franciscana, y la vocalía de propaganda. En 1947, el P. Justo de Tolosa giraba la visita pastoral a la Frater– nidad, siendo la mayoría de los hermanos -nos dice una de las actas– los que acudieron a conversar con el visitador. Uno de los frutos de esta visita fue indudablemente esta ordenación: «En el tiempo que se crea más oportuno procúrese implantar, como indi– ca Pío XI en el «Rite expíatis» y el Estatuto de la O.T., la Archicofradía de los Cordígeros». 55

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