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esmerando su polifonía. Hoy la asistencia es quizás menos representativa y se interpreta una sencilla misa gregoriana a cargo de los religiosos dis– ponibles. Igualmente, en la festividad de Santiago Apóstol, el vecino cuartel de Castillejos celebraba su fiesta princip~I con despliegue de armamentos, des– files, etc., con la consiguiente celebración litúrgica. Quedó suprimida hace unos ocho años por varios motivos, siendo tal vez ocasión decisiva la ho– milía de un religioso el día de Cáritas, protestada por algunos jefes como una crítica a los presupuestos del ejército. Finalmente, queda por hacer un comentario a la fiesta anual en honor de San Antonio. Ha seguido siempre la misma pauta de preparativos y entusiasmo popular: novena de preparación (otra, de acción de gracias tras la fiesta) con predicación extraordinaria, apertura de la iglesia a las cinco y media con misas cada media hora hasta las trece horas, con misas cada hora de cuatro a nueve de la tarde, una multitud de pueblo que material– mente se estrujaba por entrar al templo. La multitud que visitaba la iglesia puede calcularse en las 60.000 personas. De éstos, la quinta parte o, tal vez hasta la cuarta, son niños traídos para recibir la bendición del Santo. De las 60.000 personas, podemos calcular que unas 15.000 pasaban por el camarin de la imagen del santo patrono (concediendo de tres a cuatro se– gundos por devoto nos da una media horaria del millar). Pienso que es exagerada la información de 100.000 personas venidas al santuario, según las estimaciones de la policia en algunos años. Para restar un poco el aire de verbena y mercantilismo que impregnaba la fiesta, las asociaciones hace seis años han prescindido de la venta de «roscos». Pero los vendedores ambulantes inundan con sus voces y sus productos las aceras de enfrente. Como conclusión diremos que el panorama actual de la pastoral en torno a nuestra iglesia no es nada optimista ni lo será por una larga tem– porada. Pero se puede intentar un cambio hacia el optimismo. Se busca un equipo de sacerdotes que comuniquen entusiasmo y orienten los nuevos estilos de pastoral. Se agradecería la eficaz cooperación de los equipos del Seminario Capuchino de Aragón y del colegio de San Antonio. Y es im– prescindible la entrega de todos los religiosos al diálogo con Dios, a las tareas litúrgicas, a la catequesis, a la renovación de la Penitencia. Son tiempos de · cambio y, por tanto, muy difíciles. Es necesario una buena dosis de imaginación y de entrega para que, por ser difícil, busquemos nuevos derroteros a nuestra actividad pastoral, enmarcada ~n la pastoral parroquial y pastoral de santuarios, revitalizando. tal vez, la religiosidad popular. 49

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