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LA NUEVA IGLESIA DE SAN ANTONIO La idea de la provisionalidad de la capilla pesaba en la mente de los superiores y se mantenla vivo el anhelo de acercarse también a la ciudad. Incluso se pensó en la finca que hace esquina con Gascón de Gotor y paseo de Mola con visw a una nueva fundación. Pero los aflos eran di– fíciles y habla que dar tiempo al tiempo, habla que esperar antes de lan– zarse a nuevas obras. Y la solución vino por donde nadie lo esperaba. En los últimos tiempos de la guerra espaflola se despertó la idea, muy acorde con la mentalidad musoliniana, de levantar un monumento a los italianos caldos en nuestra patria. Posteriormente se consideró como el lugar más apropiado la ciudad de Zaragoza por su carácter cesáreo, im– perial y augusto. Un largo y laborioslsimo proceso hizo que el primitivo proyecto evolucionara por obra y gracia del P . Pedro de Varzi, capellán de las tropas italianas, a quien se le hablan encomendado misiones de este estilo, y cristalizara en un conjunto monumental - mausoleo, iglesia y convento- que, según palabras del capuchino genovés, «brindarla en ban– deja de plata a la provincia capuchina de Navarra-Cantabria-Aragón». Ante tales perspectivas, nuestros superiores interrumpieron los pasos encaminados hacia una nueva fundación, tantas veces soflada. Pero la nueva ruta no fue nada fácil de recorrer y las dificultades asomaban por doquier. Hubo necesidad de mucha prudencia y mucha mano izquierda hasta conseguir que el Estado italiano concediera a los capuchinos la cus– todia del mausoleo, el usufructo perpetuo y gratuito e intransferible de la iglesia y la propiedad del convento y del terreno correspondiente, previo el pago de los gastos invertidos en la construcción del mismo. A esta con– cesión acompaflaba, además, una serie de obligaciones que debla cumplir la comunidad. Así pues, el 25 de julio de 1945 quedaba inaugurada la nueva iglesia de San Antonio, tras su solemne bendición por don Lino Rodrigo Ruesca, obispo de: Huesca. El 13 de junio ~iguiente quedaban abiertas oficialmente al público las arcadas y torre-mamnleo y el 27 de septiembre por la noche tenían los religiosos su primera .:enu en el convento. La condición impuesta por el obispo diocesano (10 de febrco de 1941) para que ocupáramos la nueva casa fue la de no abandonar la antigua residenda para que no quedara perjudicado el barrio de Torrero. En con– secuencia, la comunidad fue distribuida entre las dos casas -cuatro re· ligiosos en la antigua y quince en la nueva-. pero formando una sola persona moral. 14
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