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«de no haber dado un paso atrás frente al odio y la persecución del sec– tarismo reinante. Ejercemos hoy los mismos ministerios que antes y en la misma forma. Se asiste a los enfermos del Barrio y de los Barrios Co– lón, San José y Ruisellores. Se les administra públicamente los sacra– mentos sin temor a las burlas y atropellos y a todas las horas del día y de la noche. Otro tanto cabe decir de la vida de la capilla que no se ha interrumpido ni un solo día y por el contrario se han intensificado con la mayor frecuencia de sacramentos que se observa y con la asistencia más numerosa a las funciones por parte del público piadoso tanto del Barrio como de la ciudad». Nota destacada entre las actividades apostólicas de estos al'los es la fundación de la Juventud Católica de Torrero, que tanta influeócia tuvo en el barrio. El 20 de agosto de 1933 un grupo de muchachos, dirigidos y animados por el maestro nacional don Marcos Frechín, se reunía en la sala de juntas del convento para tratar de la fundación de una Juventud católica de Torrero dentro de las normas de la Acción Católica Espai\ola. Tras diversos contactos y superadas ciertas dificultades con el consiliario de Santa Engracia, el dia primero de enero de 1934 quedaba erigida ofi– cialmente dicha Juventud, integrada en un principio por más de sesenta jóvenes decididos y entusiastas. Índice de su vitalidad es que en julio de 1936 sumaba ya 94 socios activos y 105 aspirantes. EN LA GUERRA CIVIL Con el estallido de la guerra de 1936 el panorama político-religioso cambió completamente en Zaragoza. Pero si nuestros religiosos no se hablan doblegado los anos anteriores ante la adversidad, tampoco se en– soberbecieron ahora ante la nueva situación. Con mayor entrega si cabe y el mismo esplritu de superación mantuvieron las mismas actividades y ministerios y otros nuevos que se echaron sobre sus hombros. Uno de ellos, muy doloroso por cierto, fue la asistencia a los condenados a muerte. Un acontecimiento estuvo a punto de dar al traste con toda esla labor evangelizadora: el día 5 de noviembre de 1937 un furioso bombardeo de la aviación republicana sembraba la desolación en el · barrio. Los aviones hablan atacado un depósito de municiones distante unos doscientos cin– cuenta metros del convenio y las bombas y proyectiles allí guardados sal– laron por los aires sembrando el terror y la muerte. Varias de ellas acer– taron con nuestra residencia y destruyeron tabiques, rompieron puertas y cristales y causaron otros destrozos. Por suerte, ninguno de los religiosos padcdó dallo fisico. 13

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