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i'loritas cantoras y, sobre todo, de una manera continua y definitiva, la Escolanía de San Antonio· el favor de la prensa local, particularmente El Noticiero, que recogía .:n su columnas todos los acontecimientos im– p0rtantes de aquel templo de barrio; «El Mensajero de San Antonio», que comenzó modestamente !13 de enero de 1930) como pregonero de los cultos de la capilla y propagador de la devoción al Santo hasta llegar a su floración actual; la labor social de los capuchinos con sus escuelas gra– tuitas (octubre de 1929) y los comedores para nii'los (diciembre de 1932). No nos detendremos en aportar datos sobre algunas de estas obras, cier– tamente imp0rtantes, p0r hallarse ampliamente descritas en otros capítulos. SE OSCURECE EL HORIZONTE: LA SEGUNDA REPÚ~LICA En el capitulo provincial celebrado en Pamplona en verano de 1930, la joven fundación recibia el espaldarazo convirtiéndose en guardianía con todos los derechos y al fundador, P. Ignacio de Pamplona, se le con.feria el cargo de guardián. Dado este paso, que demostraba la voluntad deci– dida de mantener una casa de la Orden en este barrio zaragozano, los superiores se dirigieron el 11 de septiembre del mismo ai'lo a Huesca para tratar con el obispo de la diócesis sobre otra posible fundación dentro de la ciudad en un futuro más o menos próximo. · El panorama se presentaba francamente halagador. El público venia respondiendo maravillosamente y los capuchino~ veían que su influencia ganaba muchos enteros. Pero en diciembre estalla el chisp_azo revolucio– nario con la sublevación de Jaca. En Zaragoza se declaraba la huelga ge– neral. No obstante, el cronista se atreve a aventurar que «se puede pensar en la posibilidad de la pronta edificación de la iglesia cuando el horizonte politicosocial, hoy algo oscuro, se aclare». · El advenimiento de la Segunda República supuso en· Espai'la más que un simple cambio politico: odios ancestrales, antiguos prejuicios y también legitimas aspiraciones surgieron con fuerza a la superficie. Los revolucio– narios supieron explotar en provecho propio los instintos de la fiera hu·– mana y en Madrid, Málaga y otros puntos de la nación las turbas se en– tregaron al incendio y al saqueo de iglesias y convenios. Desde la Cámara de Diputados se vejaba a la Iglesia Católica y se promulgaban leyes veja'. torias a la conciencia cristiana. Uno de los blancos principales de los pa– dres de la patria lo constituyeron las órdenes religil ,as, particularmente la Compai'lía de Jesús. Basta un ligero paseo por IQs campos -de la historia para hacerse una idea de lo que fueron esos ai'lo~. . 11

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