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Mientras el Ministerio declaraba los locales no aptos para impartir la enseñanza, en el seno de la provincia capuchina se debatían otros proble– mas con amplia resonancia en el centro. Se discutia si la enseñanza era tarea apropiada para el espíritu de la Orden capuchina. Se pensaba en el número de religiosos que absorbería el colegio. Se hablaba del antitesti– monio que podria provocar en el barrio la construcción de un edificio nuevo. Otra corriente ponla de relieve la función social de atender a un barrio necesitado de centros de enseñanza, el hecho de que la mayor parte de los alumnos eran hijos de trabajadores. Se insistía en los acuerdos ca– pitulares que hablaban del destino social de nuestros bienes, con amplia resonancia en los inmuebles del convento de San Antonio de Zaragoza. En 1973 la dirección del colegio expuso al definitorio provincial de los capuchinos la necesidad de pensar en un edificio nuevo, si realmente se consideraba que la labor docente merecía la pena y cumplla una misión subsidiaria y apostólica en el barrio. El definitorio provincial escribió, en carta dirigida al superior de san Antonio, que «el definitorio provincial desea que la Orden Capuchina continúe prestando en el barrio de Torrero de Zaragoza la labor docente que ha realizado desde la fundación de la primera fraternidad en aquella ciudad». (Carta del secretario provincial del 29 de noviembre de 1973.) Los superiores querían que se continuase la obra comenzada en 1929. Pero, ¿dónde? De nuevo un cruce de opiniones opuestas. Unos creian que era mejor acondicionar la parte del convento que estaba en desuso. Otros C(eian que se debla construir en la huerta del convento, aprovechando las subvenciones que el Estado daba para estos fines. Criterios de costes, de pobreza, de testimonio evangélico, de identidad franciscana, de funciones de la vida religiosa apareclan cargados de emociones. Al final el problema resultó tan abultado que hubo que ser resuelto en una sesión, algo tumul– tuosa, del Consejo Provincial de capuchinos, celebrada en Pamplona el 5 de julio de 1974. El Consejo Provincial acordó que se hiciese la nueva sede del colegio en la huerta del convento de San Antonio (16 votos a favor y 7 en contra) («Boletin Oficial de la Provincia Capuchina», 29, 1974, p. 173). El Ministerio declaró el edificio de interés social el 20 de mayo de 1977. En septiembre del mismo año se adjudicó a la empresa «Huarte y Cia, S.A.» Los planos habían sido confeccionados por los arquitectos Manuel Fernández e Isabel Elorza. En octubre comenzaron las obras. Debían estar terminadas en agosto de 1978. Las exigencias económio.:a, de la empresa constructora produjeron notables retrasos en su terminación. Sin embargo, en septiembre de 1978 se habilitaron ya tres aulas. La obra fue entregada el 10 de abril con fecha 30 de mar1.o de 1979. 96

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