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día hasta la aurora. Unas, para el descanso. Otras, para consagrárselas a Ella. El buen Pastor nos daba ejemplo orando por nosotros al Padre, en los montes, de noche. Nos daba ejemplo la Virgen, la que veló siem– pre, desde el instante de su concepción inmaculada. Hasta en el sueño : dormía, pero su corazón ve– laba (2). "Mi alma te ansía en la noche" (3). iSi supiesen los zagales cuán sabrosa música y alborada es para la Pastora levantarse de noche a desearla, a contarle nuestros anhelos, y por la mañana a alabarla! iEn– tonar a medianoche los loores de Ella, de su Hijo, de la Trinidad Beatísimat Para Ella el último pensamiento de la jornada. Para Ella el primero, al despertar. Para la que día y noche vela sobre su grey. Como lumbre llameante de estrellas por la no– che (4) han de resplandecer los fieles servidores de la Pastora. De noche a mi Pastora entonaré mi plegaria (5). De noche alzo mi mano (6). Por la noche me acuerdo de tu nombre (7). El sosiego de la noche es buena sazón para sabro– sas contemplaciones. Mientras un quieto silencio lo envolvía todo y llegaba la noche a la mitad de su veloz carrera (8), nos nacía el Cordero de Dios. -97-

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