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Los ayes de Miqueas (3) excitan la vigilancia de los zagales para no ser como hombre que rebusca, ansioso de los racimos olvidados por los vendimia– dores, tal vez de míseros redrojos. El zagal echa de menos una viña propia, llena de pá:µipanos y flores en primavera, de hojas frescas en verano, de racimos copiosos en la otoñada. Opu– lentos como el de Caleb (4). Se los ofrecería a la Pastora en prenda de amor. Aunque bien sabe que ningún fruto puede dar sin la gracia de Ella, lluvia celestial, aire y sol de todos los días. Ahonda más en la humildad sencilla cuando re– para en que ni siquiera tiene viña propia, pues es mero sarmiento unido a la divina Vid (5). Si bien, vivificado por su savia sobrenatuJ,"al, es capaz de producir los racimos más apetecidos de la Pastora. Madre del buen Pastor: ayúdame con tu gracia a mantenerme siempre unido a la Vid, como quería tu Hijo. 61.-PAZ DE LA NOCHE El día es tuyo con la noche, se dice en el sal– mo (1). A la Pastora le pertenecen el dia y la noche de los zagales: nuestra noche. Muchas horas corren desde que va muriendo el -96-

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