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57.-FRENTE AL LOBO El mercenario, en cuanto ve venir al lobo, aban– dona las ovejas y huye (1). Atiende al rebaño con desamor y se preocupa de salvar su propia vida, cuando el lobo tal vez no la busca. Para su escolta en la fuga se atrae a los masti– nes, más ganosos de proteger el hato clavando sus colmillos en el cuello del salteador. El zagal, hijo de la Pastora, no se arredra por la vista de la fiera, del demonio, enemigo de las almas; pues recuerda las palabras del buen Pastor, que enviaba a los suyos como ovejas en medio de lo– bos (2). Si, al cabo, vencerán las ovejas a los lobos, icuán– to más los zagales con la gracia de su Pastora! Su ayuda invisible les asistirá en todos los tran– ces. El ángel ahuyentador del lobo, pintado en el fondo del cuadro de la Pastora, es una consoladora realidad. El enemigo infernal es traidor y cobarde, y es– quiva el encuentro con zagales intrépidos. Unas veces aúlla hambriento, por aterrar a las tímidas ovejas. Mas la voz del zagal le fuerza a en– mudecer y huir. Porque esta voz tiene el timbre de la del divino Mayoral, y el acento de su Madre. Otras veces se avecina de noche cautelosamen- -90-

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