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El alma que ha gustado de la contemplación de la Pastora, ldónde hallará descanso? Los ojos que la han mirado no pueden manchar– se ofendiendo a la Pastora y a su Hijo. La voluntad que la ha amado, no puede profa– narse con amores bastardos. Cuando Ella te mira, sus ojos imprimen en ti su gracia. Y siempre te está mirando. El pensamiento de su presencia avivará la vida de tu alma. Alentará tu generosidad espiritual en cada momento. Te avezará a la familiaridad con el Hijo, con el Padre, con el Espíritu Santo. La presencia de la Pastora debe ser para tu alma como la luz del sol para las margaritas de los pra– dos. Mientras brilla en el cielo, permanecen abier– tas, embriagándose de sus rayos. Al ocultarse en poniente, se recogen y cierran sus pétales entriste– cidos. Plegados aguardan la caricia del nuevo día. Tu alma no debe conocer el ocaso ni las tinie– blas. Si ella quiere, le iluminará perpetuamente la presencia de su Pastora. Sí, divina Pastora de las almas: véante de conti– nuo mis ojos, pues eres lumbre de ellos y sólo quiero tenerlos para ti. Descúbreme tu presencia y tu hermosura. Abra– sa mi corazón, inflama mi voluntad en el camino de tu imitación fiel y constante. -64-

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