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VI EN TAN GRACIOSA BELLEZA 36.-Esos TUS OJOS Se miran quienes bien se quieren: la madre y el hijo, los amigos. Mejor indicio de amor son las miradas silenciosas que el raudal de palabras. A los ojos asoman las almas. Hay ojos transparentes como laguna serrana alimentada de nieves eternas. Y ojos turbios como lodazal agitado. Los tuyos han de encontrarse con los de tu Pas– tora. Ruégale que te dé ojos para saberla mirar. Aquellos ojos con que la miraba el Cordero de Dios en Belén, en el desierto, en Egipto, en Nazaret, en Jerusalén, en Caná, en la Cruz. En cuanto los alces a Ella, tendrás que excla– mar: Me robaste el corazón, Pastora mía; me ro– baste el corazón con una sola mirada de tus ojos (1)'. Contémplalos. Son los ojos que envolvieron en caricia de adoración a su divino Hijo recién nacido. Los que velaban su sueño. Los- que se empañaban ·- 59--

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