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Conocía nuestra flaqueza y por eso colmó pri– mero a la Pastora de tan entrañable amor a sus ove– jas que, por muchas que sean nuestras faltas, ma– yor es su compasión. Ama a sus ovejas más que a sí misma y no se cansa de sufrirlas y curarlas. Su Corazón está hecho para amar al Cordero de Dios con el mayor amor posible en pura criatura. Con ese Corazón nos ama. Hasta entregar a su Hijo por nuestro bien. Por el bien de cada una de sus ovejas. Por mí. Sus manos se extienden siempre florecidas de perdórL Pues si nunca manos· de Dios fueron crue– les, ¿cuáles serán las de su Madre? No tema su dureza la oveja descarriada y herida. Son las manos que sostuvieron y acariciaron al divino Cordero recién nacido. Las mismas que le embalsamaron cuando murió por nosotros, por nuestro amor. Manos de mi Pastora: no os lastiméis al acari– ciar mi pelambre de fiera. 21.-DE LA ESTIRPE DE DAVID Por tendencia ingénita nuestra Pastora apa– cienta la grey de Dios. Llama a sus ovejas por su nombre. Las saca fuera. Va delante de ellas. Su dehesa es dilatada, mayor que el mundo. No -36-

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