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Pues, si el recuerdo de J asías era como la miel ar paladar, como música y canto en banquete (2), ¿qué dulcedumbre y armonía no traerá la memoria del Pastor y de su Madre divina? Pastora de las almas, hazme siempre dócil al silbo con que me insinúas tu voluntad. Si mi instinto ciego me va a alejar de ti, arró– jame el cayado, aunque me hiera. Y si mis locos desvaríos me abocan a despeñade– ros de perdición, atérreme el chasquido de tu hon– da. Para que, si por mis faltas me olvido del amor del Señor eterno y de ti, a lo menos el temor de las penas me ayude a vivir en gracia. 11.-EN BUSCA DE ELLA Confiesas que un día huiste de la compañía del buen Pastor y de su Madre. Alguna vez te acomete la duda de si todavía vagarás errada. Hay una señal para saber si te ha hallado la Pas– tora : mira si andas tú buscándole a Ella. En eso conocerás si te buscó y te halló. Llama con insistencia a las puertas de su Cora– zón: Abreme, Pastora mía, pues mi cabeza está llena de rocío y mis vellones húmedos del relente (1). En cambio, no velar, dormir entre tantos ene– migos, será indicio de que no te dueles de su dolor. -25-
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