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9.-REGOCIJO POR EL HALLAZGO Considera el gozo del buen Pastor y de su Madre. Hasta parece que se olvidan de todas las ovejas res– tantes, pues se alegran cual si aquella sola tuvie– ran, y piden parabienes para sí. Como el hombre de la parábola del Evangelio (1), comunican su gozo a los vecinos: a los bienaventu– rados y a las almas santas de su Iglesia. lTe asocias a su complacencia por la conversión de los pecadores e infieles? O ¿estimas en poco el retorno de una oveja al redil, cuando los Corazones del Pastor y de la Pastora laten alborozados? Descastado sería quien mirara con indiferencia la vuelta de un hermano suyo, perdido, a la casa paterna. Sobre todo, si el regreso se hubiese logrado con largas fatigas de la Madre común, hasta dar con el desventurado. Advierte que en cada instante del día y de la noche se apiñan, entrando en el ejido de la Pastora, innumerables ovejas descarriadas: pecadores que recobran la gracia; infieles que la adquieren por vez primera. Todos son hermanos tuyos. Los pecadores han respondido· con más docilidad y fervor que tú al llamamiento de la Pastora. Los infieles pueden avergonzarte con su entrega generosa a la Madre recién conocida. -23-

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