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un paso cara al redil. Se alejó con ufarúa del reba– ño; pero es incapaz de tornar a él. Trae a la memoria el poder de tu alma para caer por el precipicio del pecado o de la tibieza, y su im– potencia para ascender a Dios sin la ayuda de su gracia. Inclínase la Pastora, la toma y la pone sobre sus hombros benditos. Ninguna de las noventa y nueve ovejas sabrá tanto de la ternura de la Pastora. Imagínate sobre sus hombros. Culpa tuya fué el alejarte de su compañía. La fatiga del retorno será de la Pastora. Acardenalarán sus pies las piedras del sendero. Le espinarán las zarzas. Aunque le abrume tu ingratitud, te lleva sobre sus hombros, junto a su oído, por mejor escuchar tus voces. Repara, oveja r~cobrada, en el sudor que empa– pa sus guedejas. Atiende a su resuello jadeante. Pa– rece que de nuevo sube contigo la cuesta del Calva– rio, como su Hijo. Buen Pastor: no encarezcáis la aspereza de los caminos del cielo, si podemos andarlos sobre los hombros de vuestra Madre. -21-
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