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No se satisface con dar silbidos o voces desalen– tadas desde el otero cercano. Día y noche le atormentan el rigor de los fríos y el ardor de los soles. Va por montes y breñas, denegrida, toda cubier– ta de polvo del largo camino, transida de sed, el ros– tro sudoroso, el corazón triste y lleno de ansias. Al cruzar por los jarales, sangran sus plantas. Las espinas taladran sus sienes, como las del Hijo el viernes de su mayor dolor. Pero no retrocederá hasta hallarla. Al columbrarla, le dirige tiernas voces a la hui– diza, para que se detenga. lLas has escuchado? Alarga el paso para dar alcance a su oveja in– grata. ¿ Te ha movido a compasión la efigie dolorosa de tu Pastora cuando se ha acercado a ti? 7 .-SoBRE SUS HOMBROS Al lado de la oveja perdida y hallada crece el amor y compasión de la Pastora. No le reconviene por su deslealtad ni le recuer– da su ingratitud. No la hiere con el cayado, ni la maltrata ni maldice. Ni la fuerza a caminar por su pie. Tan extenuadii; está la fugitiva que no puede da1 -20-

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