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momento. ¿Qué quieren de ti ahora en orden a la perfección? ¿Eres dócil a su voz? ¿pides la ayuda de su gracia? 2.-EN SOLEDAD ESPANTOSA Todos nosotros errábamos como oveja.s: cada cual tiró por su vereda (1). Por eso se le estremecieron las entrañas a nues– tra Pastora: porque andábamos como ovejas sin j>astor (2). Y aun en mayores peligros, pues nos gobernaban nuestras pasiones desatadas y el enemigo de todo bien. Errábamos en soledad espantosa, donde aúllan las fieras (3). Dispersos. Fuera de su rebaño. Fuera de su ca– mino. Densas tinieblas nos envolvían, aun cuando bri– llaba el sol : sus rayos se apagaban a las puertas de nuestros ojos ciegos. En vano pedíamos a los riscos yermos que sa– ciaran nuestra hambre. Las aves de rapiña y los chacales se regocijaban mirando nuestro andar vacilante: ansiaban nues– tra muerte, nuestra carroña. Empleábamos las fuerzas de nuestra alma ago- -15 -
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