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Olvidabas los bienes que en ellos tenías. Menospreciabas la gracia de estar bajo su pro- tección y en compañía de los justos. Su voz se te hacía dura de oír. Asperos sus mandamientos. Escabroso el camino señalado por sus huellas. Te hastiaba el pasto de su doctrina y sacramen- tos, y codiciabas el de mundo y carne. Huíste. Cerrabas tus oídos a sus inspiraciones. Intentabas ocultarte para que no te hallara la Pas– tora, si salia en tu busca. Tu alma iba perdida como oveja errante. Error de entendimiento, de corazón, de potencias, de sen.;. tiaos. La oveja extraviada es incapaz de volver al apris– co: no le guía su instinto; limitase a dar de tarde en tarde balidos lastimeros. El alma huída tal vez guarda silencio por mie– do de la Pastora. Abre ahora tus ojos para repasar tus descarríos. · Andabas errante cuando te precipitabas en el pecado mortal. No seguías las huellas de la Pastora cuando no asentabas tu pie donde Ella había fijado el suyo. Cuando dejabas prendidos en las zarzas del pe– cado venial vellones de tu lana. Cuando ibas por su senda, pero no como a Ella le agradaba. La Pastora y su Hijo divino te llaman en cada -14-

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