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EPISTOLAS DE S. PABLO 71 De modo que, a la muerte del último Apóstol, S. Juan, la Buena Nueva era ya anunciada en todo el mundo. Con razón pudo escribir S. Pablo a los Romanos: Fides vestra annuntiatur in universo mundo (1). § III Epístolas de S. Pablo El vaso de elección S. Pablo no se contentó con pasar de ciudad en ciudad, anunciando con inmensas fatigas y sacrificios el Evangelio; extendió también su ardiente celo a los ausentes y venideros, dejándonos admirable y pro– funda doctrina en sus catorce Cartas. Dados los estrechos límites de que disponemos, sólo indicaremos algo de su doctrina referente a la cuestión misional. a) Epist. a los Romanos.-En el capítulo tercero hace ver que todos, judíos y gentiles, estaban sujetos a la ley del pecado, y, por consiguiente, era necesaria la fe en Jesucristo para la justificación. La justicia de Dios viene por la fe en Jesucristo, para todos y sobre todos los que creen en él. No hay distinción (de judío o de gentil); todos pecaron y tienen necesidad de la gloria de Dios (2); para mostrar las riquezas de su gracia en vasos de misericordia que pre– paró para gloria. Estos vasos somos nosotros, a quienes llamó, no sólo de los judíos, mas también de los gentiles. Así como se dice en Oseas: Llamaré pueblo mío, al que no era mi pueblo; y amado al que no era amado: y que alcanzó misericordia, al que no había alcanzado misericordia» (3). La Escritura dice que todo el que cree en él (Jesús) no será confundido; porque no hay distinción de judío ni de griego, puesto que uno es el Señor de todos, rico para todos los que le invocan; pues todo el que invocare el nombre de Dios será salvo. Pero ¿cómo invocarán a aquel, en quien no creyeron? Y ¿cómo creerúC1 a aquel, a quien no oyeron? Y ¿ cómo oirán sin predicador? Y ¿ cómo (1) Rom. I, S. (2) Rom. III, 23. (3) Rom. IX, 23-25.
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