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70 CONCILIO DE LOS APOSTOLES adornado con la aureola de la ciencia divina y humana, y encendido su pecho en la ardiente caridad de Cristo, debe recorrer las regiones del mundo, buscando almas y no perdonando medios ni fatigas hasta conseguir su eter– na salvación. La vida, hechos y doctrinas del Apóstol de las gentes deben vivir presentes en su memoria, para que se traduzcan en consoladoras realidades. 41. Concilio de los Apóstoles. -No acabándose de convencer muchos judíos que también los gentiles estaban llamados a los beneficos de la fe, se oponían a su entrada en la Iglesia, o, por lo menos, les exigían la circuncisión y la observancia de otros preceptos legales. Los Apóstoles se reunieron en Concilio en la ciudad de Jerusalén-el primero que hubo en la Iglesia-para resolver oficial y definitivamente la cuestión. Habló S. Pedro, como Cabeza suprema de la Iglesia, y Santiago, Obispo de Jerusalén, defendiendo que no estaban, ni judíos ni paganos, obligados a la circuncisión, ni a otros preceptos legales de la Ley de Moisés; sino sólo a la observancia del Evangelio de Jesucristo, único código que había de regir en lo futuro a la naciente Iglesia y habían de predicar los misioneros de todos los tiempos (1). 42. Dispersión de los Apóstoles.-Terminado el Con– cilio de Jerusalén, los Apóstoles quisieron dar exacto cum– plimiento al precepto del Maestro: Euntes, docete omnes gentes ... Se dividieron, pues, las partes del mundo, enton– ces conocido, y se separaron, para evangelizar cada uno su porción. S. Pedro se dirigió a Roma, capital del imperio romano, quedando desde entonces convertida en capital del cristianismo. Santiago el Mayor vino a España, que le con– sidera desde entonces como su Patrono y primer Apóstol; los demás Apóstoles se dispersaron por otras naciones, sellando todos la fe que predicaban con su propia sangre. (1) Act. XV.

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