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CONVERSIÓN DEL ETIOPE 65 cincuenta días después de la Ascensión, estando todos con– gregados, descendió sobre ellos el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Y todos, repletos del Espíritu Santo «mpezaron a hablar en varias lenguas como El mismo les inspiraba. La mucha gente que había acudido en aque– llos días a Jerusalén los entendía en su propio idioma. Los partos, medos, elamitas, los que moraban en Mesopotamia. en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia, Pamfilia, Egipto y tierras de la Libia; los romanos, judíos, cretenses y árabes les oían hablar en las propias lenguas las maravillas y grandezas de Dios. Todos, atónitos y ad– mirados, se preguntaban : ¿ Qué es esto ? Entonces S. Pe– dro, Príncipe del Apostolado, dirige a la multitud un elecuentísimo sermón y se convierten casi tres mil perso– nas (1). Esta podemos decir que es la primera epifanía de la fr¡lesia misionera, el primer paso de la Iglesia na– ciente para la conquista del mundo, sin distinción de razas, ni de lenguas, ni de naciones. Desde esta fecha empezó la marcha triunfal por el mundo y no terminará hasta la consumación de los siglos (2). 36. Aumento de la miés y convers1on del Etíope.– Viendo los Apóstoles que el trabajo de la predicación au– mentaba y las conversiones crecían de día en día, determi– naron elegir siete Diáconos para que les ayudaran en los ministerios materiales, a fin de ocuparse ellos exclusiva– mente de la oración y predicación. Con motivo de una recia persecución que se levantó contra los nuevos cris– tianos de Jerusalén, se esparcieron por la Judea y Samaría, anunciando la palabra de Dios (3). Felipe, uno de los siete Diáconos, descendió a una ciudad de Samaría (1) Act. II. (2) V. P. MoNTALBAN, S. ]., El unii•ersalismo inicial en la Iglesia naciente, Bilbao. s. a. (3) Act. VIII.

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