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ENCARNACIÓN v NACIMIENTO DE N. S. J. 57 Esta es la voluntad de aquel que me envió, que no pierda uno de todos los que me ha dado (1). S. Lucas nos refiere que, andando Jesús por Jericó, entró en casa de Zaqueo publicano y, según algunos expositores, gentil. Murmuraban los fariseos que entrase en casa de un infiel y el Divino Salvador les respondió : «Hoy ha venido la salud a esta casa; porque él también es hijo de Abrahám (por la fe). Pues el Hijo del Hom– bre vino a buscar y salvar lo que había perecido» (2). En otra ocasión se fué a Cafarnaún y, entrando en la ciudad, se le presentó un Centurión y le dijo: «Mi siervo permanece postrado en casa paralítico y es atormentado. Y Jesús le dijo : Y o iré y le sanaré. Pero el Centurión, que era gentil, lleno de humildad le respondió: Señor, no soy digno de que entréis en mi casa. Viendo Jesucristo tánta fe y humildad, exclamó: Verdaderamente os digo que no he hallado tánta fe en Israel. Muchos vendrán del Oriente y del Occidente y se sentarán con Abrahám. Isaac y Jacob en el reino de los cielos» (3). De estos tes– timonios y otros muchos, que se irán citando, aparece clara y terminante la misión divina que el Padre enco– mendó a su Hijo. 29. Encarnación y Nacimiento.- El Angel del Señor se apareció a la Virgen Santísima, anunciándole el mis– terio de la Encarnación. «He aquí que concebirás en tu seno un Hijo y le llamarás Jesús. Este será grande y se llamará Hijo del Altísimo, se le dará el trono de David y reinará para siempre en la casa de Jacob» (4). Esto mismo confirma el Angel al Patriarca S. José, atormentado por el estado de su Esposa. «No temas, porque lo que en ella (1) ]oan. VI, 39. (2) Luc. XIX, IO. (3) Afatth. VIII, 5, sigs. (4) Luc. I, 30.

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