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NUEVO TESTAMENTO 55 Otros muchos testimonios pudiéramos aducir, sacados del Antiguo Testamento, para probar la universalidad de la redención de Jesucristo y de su mediación universal, ya que los Patriarcas, Profetas y demás célebres y san– tos personajes del A. T. reconocían que su justificación y salvación había de venirles por la fe en el Mesías pro– metido, en Jesucristo, por el cual y en el cual se justifi– caron y salvaron de hecho. Así lo indica S. Pablo en su carta a los Hebreos (1). Jesucristo, por tanto. su redención universal, la Igle– sia y su extensión por toda la tierra, todo esto estaba ya claramente anunciado en el A. T., sólo faltaba que vinie– ra el que había de ser enviado, de quien no eran más que tipos aquellos enviados extraordinarios: Moisés, los Pro– fetas, los Jueces... que Dios mandaba de cuando en cuando, a su pueblo para salvarle de sus enemigos y recordarle las promesas, que eran la única razón de su existencia, hasta que viniera el verdadero Enviado, Cristo Jesús, Redentor de todos los hombres, sin distinción de judío ni de gentil (2). Mas dejando ya las figuras, vengamos a las realidades ... ARTICULO ll NUEVO TESTAMENTO 27. En la antigua alianza no hay más que sombras, figuras y esperanzas; pero en la Nueva se verifican las consoladoras realidades. Se cumplen las Profecías y se revelan los misterios. Las ideas misionales en el N. T. son abundantísimas y de claridad meridiana; en un Texto no (1) Hebr. XI. (2) S. Pablo, Celos. II, 11.

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