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PROFETAS 49 Por fin, contemplando el Salmista, como en v1s10n profética, a todas las gentes y a todos los pueblos, redi– midos por Jesucristo y sometidos al yugo del Evangelio, los invita a que den gracias al Señor por este tan grande beneficio con estas palabras: «Alabad al Señor todas las gentes y ensalzadle todos los pueblos» (1). En una pala– bra, este inspirado Vate habla con frecuencia de Jesucristo en sus salmos, considerándole, unas veces como Hijo de Dios, como Justo y Remunerador; otras, como Redentor y Fiador por nuestros pecados, como cabeza de la Iglesia y como Rey universal, de tal manera que una gran parte del Evangelio se encuentra ya en profecía en los ,,al– mos. Con razón pudo decir S. Ambrosio que «cuanto se enseña en la Ley, cuanto leemos en la Historia, cuanto anuncian los profetas... otro tanto se encuentra en los salmos" (2). § 3. 0 Profetas (3) 20. En ninguno de los libros de la S. Escritura aparece tan claramente como en los libros proféticos, la idea del universalismo de la redención. Los profetas, mejor que los demás escritores sagrados, conocían por revelación di– vina los acontecimientos futuros. Uno de los fines prin– cipales de estos enviados extraordinarios era el conservar viva la memoria de las promesas acerca del Mesías, ha– ciéndoles ver que toda su fe, esperanza, dicha y felicidad debían cifrarse en el prometido Redentor. Por esto decía (1) CXVI, l. (2) Pref. sobre los salmos. (3) HEINISCHE, Die Idee der Heidenbekerung bei den vorexilischen Sch1 iftpropheten (1914).
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