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448 ÜRGANIZACIONES MISIONALES nes, con las pequeñas limosnas y sacrificios contribuirá pode– ro_~¡;i.plente a la acción misionera. Además, en sus corazones inocentes, abiertos a todas las impresiones, se debe ir form:in– do la silueta interna, el perfil moral y el carácter psicológico, no sólo de hombres cultos, sino principalmente de verdaderos cristianos. Sepan que la última voluntad de Jesús, forma parte integrante de nuestra fe y de las obligaciones de nuestra vida. ¿No deben acaso los niños ser instruídos en este punto y cumplirlo con fidelidad? La enseñanza cris– tiana sin la instrucción misional, no suministra al niño una idea completa de la religión, es dañosa a la Iglesia, y la priva de los más notables estímulos de la educación. La niñez es un período de formación y en él se adquieren los hábitos que acompañan después al hombre durante toda su vida. Si en todo el pueblo cristiano debe palpitar un gran espíritu misional, y si este espíritu debe traducirse en fuerza para la expansión de la Iglesia, es menester que los corazones de los niños se familiaricen y empapen en esta doctrina (1). Es necesario inscribirles luego en la Santa Infancia, enseñarles en el hogar doméstico, en las escuelas, las ventajas de la fe, la desgracia de los que carecen de ella y cuántos niños como ellos no conocen a Jesús. De aquí la necesidad de que los padres, los maestros y profesores y todos cuantos están al frente de la niñez se informen de los problemas misionales y los enseñen a sus pequeñuelos. Les ayudarán poderosamente para formar el (1) Hablando de la Santa Infancia decía Benedicto XV: «Nos querríamos que el ser los niños acogidos a la sombra de Institutos y Colegios privados, lejos de impedirlo, facilitase a los niños de nues– tros tiempos la inscripción en la Santa Infancia. Cualquiera que dirija la educación de los niños no puede hacer cosa mejor, que hacer las veces de madre; y una madre solícita del bien de sus hijos, no debiera dejai de inscribirlos en la Obra de la Santa Infancia... Cfr. MANNA. :>. c. p. 361.

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