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436 LA OBRA DE S. PEDRO APOSTOL CAPÍ fULO 111 LA. OBRA DE SAN PEDRO APÓSTOL 326. Origen.-Los orígenes remotos de la Obra se deben sin duda a las cartas de muchos Obispos misioneros que afirman que el porvenir de las Misiones dependía en gran parte de la formación del Clero Indígena, lamentán– dose, al mismo tiempo, no poder favorecer tantas buenas vocaciones como el Señor suscitaba por falta de medios económicos. Estos lamentos formaron eco en los corazones de Mme. Estefanía Cottin, Viuda de Bigard, y su bija Mlle. Juana Bigard que determinaron fundar esta trans– cendentalísima Obra, por los años 1889, en Caen, (Francia). No pudiendo darla personalidad civil en su patria, se diri– gieron al Cantón Católico de Friburgo (Suiza) y M. Geor– ges Python, Presidente del Consejo de Estado, les recibió con agrado, aprobó sus proyectos, y el 18 de octubre de 1902 se le concedía personalidad civil. Muerta Mme. Bigard e imposibilitada su hija, por razones de salud, para conti– nuar al frente de la Obra, se la entregaron al Institut~ de Franciscanas lvíisioneras de María. Estas, deseando que se extendiera por todo el mundo bajo los auspicios de la Santa Sede se la presentaron al Prefecto de Propaganda, Cardenal Van Rossum, quién la recibió como una revelación. Y el 28 de abril de 1920 se publicaba un Decreto, en virtud del cual la Obra de S. Pedro Apóstol se hacía pontificia. León XIII publicó en 24 de junio de 1893 la Encíclica De Collegiis Clericorum in Indiis Orientalibus, donde la aprobaba y bendecía; Benedicto XV en su carta magna Maxi– mum illud, la recomendó vivamente a toda la cristiandad ele-

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