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386 DE LOS MEDIOS MATERIALES ayuda, proporcionarles ropas, vestidos y cuanto necesiten. para vivir con el decoro conveniente. 273. 3. 0 Las obras de educación.-Para conseguir los fines intelectuales se necesitan, además de los medios de instrucción, locales, donde se ejerza, como escuelas, cole– gios, centros de enseñanza, etc... 274. 4.º Otras obras civilizadoras.-Para la civiliza– ción y cultura de un país se necesitan también el cultivo de terreno, el régimen y administración de propiedad, la explo– tación de la tierra, el fomento de la agricultura, de ganade– ría, minería, etc.. También son indispensables las vías de comunicación, como carreteras, ferrocarriles, canales, acue– ductos, saneamiento de terrenos, construcciones de vivien– das, formación de pueblos, de cristiandades. De todo esto y muchísimo más, que fácilmente puede suponer el lector, es necesario que se preocupe el misionero, para que su Jzs– file por los países de misión sea luminoso, triunfal, cristia– no, civilizador, culto y religioso a la vez (1). ¿Cómo se atiende a tanto gasto? -Son muchos los modos. Entre otros enumeramos las Obras Misionales Pon– tificias, las Obras particulares, las Asociaciones establecdas con este fin, las iniciativas personales y los donativos de (1) Como testimonios de lo que vamos diciendo aducimos sólo este testimonio del P. J. Cardiel, misionero por 28 años entre los guaraníes: «Hay todo género de oficios mecánicos necesarios a una población de buena cultura. Herreros, carpinteros, tejedores, estatuarios, pin– tores, doradores, rosarieros, torneros, plateros, materos,o que hacen mate, que es la vasija en que se toma la yerba del Paraguay llamada mate, y hasta campaneros y organeros hay en algunos pueblos. Sastres lo son todos los indios para sí, y para los ornamentos de la Iglesia, vestidos de gala y cabildantes y cabos militares, lo son todos los cris– tianos. Para el calzado de estos, hay sus zapateros. Para sí poca sas– trería necesitan » Cfr. P. HERNANDEZ. Organización social de las doc– trinas guaraníes de la Compañía de Jesús t. II, p. 525.