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EL ESTUDIO DE LOS IDIOMAS 347 con corrección y hablarlo con soltura (1). Encarecidamente lo recomienda Benedicto XV en Maximum illud. Y ante todo-dice-sea el primer estudio, como es natural, el de la lengua que hablan sus futuros misionados. Ni debe bastar un cono– cimiento somero de ella, sino que debe llegar hasta dominarla y ma– nejarla con destreza, pues obligado está el misionero, no sólo para con los ignorantes, sino también para los doctos, y a la vista salta la benevolencia que granjea entre los naturales el dominio perfecto de su lengua. Misionero que se precie de diligencia en el cum– plimiento de su deber, no encomienda a catequistas la explicación de la doctrina, que considerará como una de sus principales ocupaciones, toda vez que para eso ha sido enviado por Dios a las Misiones, para predicar el Evangelio; además, han de ocurrirle casos por su mi– nisterio de apóstol y de intérprete de religión tan santa, en los que, por invitación o decoro, se verá obligado a tener que tratar con las autoridades y hombres de letras de la Misión, y se ve fácilmente el papel que hacen en tales circunstancias los que por falta de ma– nejo de la lengua, no saben expresarse correctamente. Tal ha sido uno de los fines que ha poco hemos tenido ante los ojos, cuando, para mirar por la propagación e incremento del nombre cristiano entre los orientales, fundamos en Roma una casa con el intcr,to de que quienes habían de ejercer el apostolado en aquellas tierras, saliesen de ella provistos de la ciencia, el conocimiento de la ler:gua y costumbres, y demás requisitos que deben adornar a un buen mi&i0nero del Oriente. Esta fundación nos parece de mucha trascendencia, y así aprove– chamos esta ornEión para exhortar a los superiores de los Institutos Religiosos, a los que se han confiado estas Misiones, que no quieran mandar sin una rica provisión de estos conocimientos a los que des– tienen a las Misiones Orientales» (2). Hoy se ha facilitado mucho el aprendizaje con las (1) V. R. ALLIER La Psychhologíe de la conversión chez les péupl<!s non-civilisés, t. I, cap. II, p. 55 y sigs. París, (1925). (2) Esto mismo decía ya en su tiempo el célebre A costa : « Per intcrprctem vero rem tantam agere, et cujusque plebeji ac vulgaris horr.inis fidei et sermoni committere documenta salutis, tametsi ne– cessitate impellente factitatur, tamen res ipsa docuit, quam non solurn incommodum sit, sed etiam perniciosum interdum, dum alía pr'.l aliis interpretatur, aut quia non assequitur, aut etiam quia ~equi docentem piget». O. C. 121.

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