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ACLIMATACION DEL NUEVO MISIONERO 345 hemos llegado a la cumbre de la montaña, desde la cual contemplo extasiado la inmensa llanura que se presenta a mí vista. Uno de mis guías, extendiendo su brazo ante en anfiteatro de montañas que se yergue en lejanía, me ha dicho: Padre, he ahí vuestro Yun-Nan. En aquel momento tenía el mundo entero bajo mis pies; mi reino y mi tierra prometida ante los ojos. La sonrisa del conquistador asomó a mis labios y exclamé todo conmovido : ¡ Amigos, esa región será campo de mis trabajos y esos montes serán mi tumba. He venido a salvar aunque no sea más que una sola y morir!... ¡Oremos!... (1). El primer deber del misionero será ponerse a dispo– sición de sus legítimos Superiores, obedecerles y vivir en armonía con ellos. La nueva residencia que se le designe al misionero podrá ser una choza de paja y barro, una ciudad, el campo o la población, tratar con los neófi– tos, con los cristianos o paganos; cualquiera que sean las circunstancias que le rodeen, lo más prudente y ,seguro es dejarse guiar de la Superioridad y de los misioneros veteranos. Sería peligroso fiarse demasiado del propio criterio en tierras nuevas y desconocidas. Por esto, antes de entrar en batalla, será conveniente algún tiempo de noviciado misionero, de aprendizaje especial y próximo dado por algún anciano, sabio y experimentado misionero. § 11 Aclimafaci6n 234. En el campo de operaciones se verá quizá el mi– sionero con nuevas costumbres, nuevos modos de pensar, de hablar, de sentir, de vivir, de vestir, etc. Se im– pone por tanto la acomodación, de la cual hablaremos ien el n. 287 y sigs. Aquí sólo nos referimos a la aclimata– ción corporal. El organismo del misionero acostumbrado a una vida de relativa comodidad en los países civilizados. Cfr. P. S!LVESTRI-PütPLONA, o. c. p. 142.
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