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DE LA FORMACION CIENTIFICO-MISIONAL 333 rápida, eficaz y fructuosa. Es pues, un mal privar a los jóvenes educandos de tantos beneficios como se podrían reportar de una educación científico-misionera apropiada a su capacidad y grado de estudios en que se ocupen. Cierto que en nuestros Seminarios y Colegios religiosos .se estudian ordinariamente con buen aprovechamiento, Humanidades, el curso filosófico y teológico; la cultura del clero, tanto regular como secular, se ha elevado conside– rablemente en los últimos lustros; pero en la formación de los aspirantes al sacerdocio quizá no se ha atendido, como es necesario, a hacerles comprender la misión re– dentora y universalista de Jesucristo, la catolicidad de la Iglesia, la obligación de continuar su obra, los deberes de la jerarquía eclesiástica y del simple sacerdocio en orden a la predicación del Evangelio y la conversión del mundo, al ejercicio del apostolado católico. De aquí que salen de los centros de enseñanza sin el verdadero con– cepto de lo que es y debe ser el sacerdote, el apóstol, el misionero, embajador de Cristo sobre la tierra. Esta educación misionera se podría conseguir facilísimamente y sin gran esfuerzo adaptando y orientando los estudios a éstos fines, sobre todo, estableciendo una cátedra de Misionología en la forma que luego diremos. El tema misional, dice el P. Silvestri, se adapta admirablemente a las pro– fundas meditaciones de la Filosofía como a los sencillos trabajos de estudios elementales. La Geografía, la Historia, la Exégesis Bíblica, la Teología, la Filosofía y en general todas las ciencias pueden tratarse desde un punto de vista misional con gran aprovechamiento de los mismos estudios. Por lo •Común se dedican muchas horas al estudio de la Historia eclesiástica de los siglos pasados, pero no sé que se estudie con igual amplitud la historia de los heróicos esfuerzos hechos por la Iglesia en el terreno de la evangeli– zación durante el pasado siglo y de los que sigue haciendo todavía. Se gasta mucho tiempo en herejías ya olvidadas y de las cuales apenas si nos ha quedado el nombre; pero ¿conocemos tan a fondo las herejías y desviaciones doctrinales modernas, y lo mucho que traba– jan por arrancar de la Iglesia el imperio de las almas? El estudio y ,.conocimiento de lo pasado es erudición; el estudio de lo presente se-

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