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332 DE LA FORMACION CIENTIFICO-MISIONAL Hay algunos ingenuos que dicen : a mí para misionar me basta mi breviario, mí rosario y mí crucifijo. Jesucristo es quien ha de con– vertir los pueblos. Ciertamente que el elemento sobrenatural, la virtud y la gracia han de ser las primeras fuentes y los primeros medios de· todo apostolado. Pero ni contradice, ni se opone a la ciencia misional; antes al contrario, exige la debida preparación y formación científica por parte del individuo si no quiere oponerse a los designios de Dios ni frustar, en todo o en parte, los frutos de su apostolado. Así lo dice Benedicto XV en la tantas veces citada Encíclica },faximum Illud. «Punto es también que no debe descuidarse, la diligente preparación que exige la vida del misionero, por más que pueda parecer a alguno que no hay por qué atesorar tanto caudal de saber para donde sólo se han de evangelizar pueblos desprovistos aún de la más elemental cultura. No puede dudarse, es verdad, que en orden a salvar las almas, prevalecen los medíos sobrenaturales de la virtud sobre la ciencia; pero también es cierto que, quien no esté provisto de un buen caudal de saber, se encontrará muchas veces con muchas deficien– cias para desempeñar con fruto el ministerio. ¡ Cuántas veces sin poder recurrir a los libros y a sabios de quien aconsejarse se verá en la precisión de contestar a muchas dificultades en materia de religión y a consultas sobre negocios muy difíciles! Y claro que, en estos casos. la reputación social del misionero depende de ser docto e instruido .y más si se trata de pueblos que se glorían de progreso y de cultura. Seria muy poco decoroso quedar entonces los maestros de la verdad a la zaga de los ministros del error. Conviene, pues, que los aspirantes al sacerdocio que se sientan con vocación misionera, mientras se forman para ser útiles en estas expediciones apostólicas, se hagan con todo el caudal de conocimientos sagrados y profanos que las situaciones del misionero reclaman» (1). Si los enemigos de la fé católica se sirven de todos los ramos del humano saber, de todas las ciencias y artes para sembrar sus perni– ciosos errores ¿por qué nosotros los descuidaremos para la propa– gación de la verdad ? Es innegable que la educación científico-misionera causará en los educandos amor y estima de la vocación, dirigirá su modo de pensar, hablar y obrar con rectitud y acierto; dará normas, direcciones y orientaciones para realizar una labor de conquista, de evangelización (1) Act. ap. S. ann. 1919, vol. XI p. 448.

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