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324 MEDIOS PARA FOMENTAR LAS VOCACIONES MISIONERAS es el apostolado católico... Allí se narran con encan– tadora sencillez las pacíficas conquistas de los pueblos a las que el divino Salvador no puso otros límites, que los límites mismos de la tierra, al decir : Eritis mihi testes us– que ad ultimum terrae. Y ante la narración de esas co– rrerías y predicaciones continuas, de esas persecuciones y fatigas de todas suertes, cuyo eco nos llega de todas las partes del globo, no se puede menos de exclamar con el Profeta: Quam speciosi pedes evangelizantium pacem. e1Jan,iJ,elizantium bona. No hay que dudarlo, la lectura con– tinuada y metódica de obras misionales conmueve y encan– ta la juventud, ebria siempre de ideales y entusiasmos. «Desafío a cualquier cristiano, digno de ese nombre, a que lea las 1 páginas de los Anales de las A:1.isiones Católicas, donde se narran las luchas con el demonio, las apostasías de los prosélitos, las aspiraciones de los infieles, la dificultad de las conversiones y los gemidos y las súplicas de nuestros misioneros, sin repetir las palabras de Clodoveo al escuchar la historia de la Pasión de Jesucristo ¡Oh! ¡ Por qu¿ no habría estado yo allí con mis Francos! Lo sabemos por experiencia El ejemplo produce siempre una generosa emulación. Temístocles ciñe la espada atorme:1tado por el recuerdo de las victorias de Melcíades. Julio César suspira al contemplar la estatua de Alejandro Magno y exclama : ¡A mi edad había él ya conquistado el mundo, y yo to– davía no lo he hecho! y se lanza a la victoria. ¿Cómo no podré yo lo que éstos y aquellos pudieron hacer? dice S. Agustín, y se con– vierte. ¿Dónde se describen con colores más vivos y punzantes las necesidad de las almas que en los Anales ? ¡ Cuántos después de haberlos leído, han oído en el fondo de su conciencia el grito de los ·M,,cedonios a S. Pablo: ¡ Pasa los mares, y 1)en a socorrernos. La lectura de las misiones produce en las almas llamadas al apostolado, el efecto mágico, mejor dicho, divino, de aquellas palabras que arras– tran a Juana de Arco hacia su providencial misión» (1). Las lecturas misionales subyugan nuestro espíritu con episoJios conmovedores, con escenas dramáticas, idilios encantadores, novedad de cuadros, lirismo de sentimientos. ¿Quién no se llena de entusiasmo santo al recordar los viajes de S. Francisco de Asís a Egipto y Pa– lestina, los episodios de la vida de S. Antonio de Padua, de los pri- (1) P. S1LvESTRI-PAMPLONA, Ite... p. 34.

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